Durante esta semana ha tenido lugar un acontecimiento muy importante para
Colombia: se está terminando de
completar, por parte de las Farc, la dejación del 60% de sus armas ante la
misión de la ONU que lo certifica. Falta el 40%, que no es poco, pero los
compromisos del Acuerdo se cumplen, con demoras y problemas –no ha sido un
sueño-, pero se cumplen.
Algunos políticos del Centro Democrático han tratado de quitarle grandeza
al evento, con argumentos tan mezquinos como que esto debió haber ocurrido hace
unos meses o que las armas que entregan no son todas las que tienen. Por
partes: para ellos, lo importante no es que se entreguen las armas que durante
tanto tronaron para matar colombianos, no. Para ellos, lo importante es que sea
un par de meses tarde. Para ellos, las
garantías que ofrecen los mecanismos establecidos en el Acuerdo, para asegurar
que sea la totalidad del armamento el que se entregue, además de la presencia
de los organismos internacionales que lo certificarán, son insuficientes ante
su apocalíptica visión de la realidad.
Esa mezquindad no es aislada,
es constante. A ellos no pareció importarles mucho una noticia de hace un par
de meses: en el Hospital Militar Central de Bogotá ya no queda ningún herido en
combate. Ninguno. Cero.
Nada. Ese fue, en efecto, el primer gran hito después de la firma del acuerdo
de paz con las Farc. Un hito que a todas luces es feliz a no ser que, claro, como
los miembros del Centro Democrático, uno prefiera que el pabellón viva con el
cupo lleno.
Su comportamiento perverso continúa: otro
de ellos dice en la televisión nacional, en un evidente intento de engañar a la
opinión pública, que lo que las Farc entregó son unas caucheras. Para este
operador legislativo la misión de la ONU sobra, ya que con una modesta
ampliación del Museo de la Cauchera en Marsella, Risaralda, habría donde poner
las armas. Ante la petición de
aclaración del moderador del programa, el parlamentario dice sin asomo de
vergüenza que “con que entregaran unas caucheras, es suficiente…”. Ya vimos el
año pasado cómo les funcionan de bien esos deliberados errores, esas verdades a
medias, esas faltas a la ética.
La ocurrencia de esos hitos
felices será la constante en adelante, por fortuna, sin que sea fácil el camino
que viene: a esos
parlamentarios no les importan los buenos resultados que traiga la
implementación del Acuerdo; les tienen sin cuidado esos dividendos de la paz
que trascienden lo económico y que se reflejan sobre todo en que podamos vivir
en este millón de kilómetros cuadrados sin la necesidad de matarnos.
Esos políticos de oficio no
le encuentran valor a la desmovilización de los guerrilleros que no ha sido
fácil y ha tenido contratiempos de toda clase, pero en ella, la violencia al
fin no ha sido la protagonista. Se habrán escapado algunos, sí, estaba previsto que pasaría, pero esos
disidentes son los menos y ahí están las Farc, agrupadas en las ZVTN cumpliendo
el compromiso que hicieron con el Acuerdo. Lo que viene ahora, con las Farc sin
armas, es moderar el discurso y plantear los escenarios de una Colombia
reconciliándose.
Los riesgos que enfrenta la
democracia son muchos y curiosamente, comparten la causa con esa mezquindad de la que hablaba más arriba: el Centro
Democrático carece de una propuesta política más allá del odio y la violencia que
incluya la reconciliación y por eso torpedea desde donde puede cualquier avance
en la materia. El fin de las Farc como
grupo armado y el inicio de su vida como grupo político, representa el fin del
Centro Democrático como movimiento político, por eso se aferran al conflicto y esperan
que el pabellón de heridos en combate del Hospital Militar, recupere pronto su
clientela.