jueves, 15 de junio de 2017

De caucheras y fusiles

Durante esta semana ha tenido lugar un acontecimiento muy importante para Colombia: se está terminando de completar, por parte de las Farc, la dejación del 60% de sus armas ante la misión de la ONU que lo certifica. Falta el 40%, que no es poco, pero los compromisos del Acuerdo se cumplen, con demoras y problemas –no ha sido un sueño-, pero se cumplen.

Algunos políticos del Centro Democrático han tratado de quitarle grandeza al evento, con argumentos tan mezquinos como que esto debió haber ocurrido hace unos meses o que las armas que entregan no son todas las que tienen. Por partes: para ellos, lo importante no es que se entreguen las armas que durante tanto tronaron para matar colombianos, no. Para ellos, lo importante es que sea un par de meses tarde. Para ellos, las garantías que ofrecen los mecanismos establecidos en el Acuerdo, para asegurar que sea la totalidad del armamento el que se entregue, además de la presencia de los organismos internacionales que lo certificarán, son insuficientes ante su apocalíptica visión de la realidad.

Esa mezquindad no es aislada, es constante. A ellos no pareció importarles mucho una noticia de hace un par de meses: en el Hospital Militar Central de Bogotá ya no queda ningún herido en combate. Ninguno. Cero. Nada. Ese fue, en efecto, el primer gran hito después de la firma del acuerdo de paz con las Farc. Un hito que a todas luces es feliz a no ser que, claro, como los miembros del Centro Democrático, uno prefiera que el pabellón viva con el cupo lleno.

Su comportamiento perverso continúa: otro de ellos dice en la televisión nacional, en un evidente intento de engañar a la opinión pública, que lo que las Farc entregó son unas caucheras. Para este operador legislativo la misión de la ONU sobra, ya que con una modesta ampliación del Museo de la Cauchera en Marsella, Risaralda, habría donde poner las armas.  Ante la petición de aclaración del moderador del programa, el parlamentario dice sin asomo de vergüenza que “con que entregaran unas caucheras, es suficiente…”. Ya vimos el año pasado cómo les funcionan de bien esos deliberados errores, esas verdades a medias, esas faltas a la ética.

La ocurrencia de esos hitos felices será la constante en adelante, por fortuna, sin que sea fácil el camino que viene: a esos parlamentarios no les importan los buenos resultados que traiga la implementación del Acuerdo; les tienen sin cuidado esos dividendos de la paz que trascienden lo económico y que se reflejan sobre todo en que podamos vivir en este millón de kilómetros cuadrados sin la necesidad de matarnos.

Esos políticos de oficio no le encuentran valor a la desmovilización de los guerrilleros que no ha sido fácil y ha tenido contratiempos de toda clase, pero en ella, la violencia al fin no ha sido la protagonista. Se habrán escapado algunos, sí, estaba previsto que pasaría, pero esos disidentes son los menos y ahí están las Farc, agrupadas en las ZVTN cumpliendo el compromiso que hicieron con el Acuerdo. Lo que viene ahora, con las Farc sin armas, es moderar el discurso y plantear los escenarios de una Colombia reconciliándose.

Los riesgos que enfrenta la democracia son muchos y curiosamente, comparten la causa con esa mezquindad de la que hablaba más arriba: el Centro Democrático carece de una propuesta política más allá del odio y la violencia que incluya la reconciliación y por eso torpedea desde donde puede cualquier avance en la materia. El fin de las Farc como grupo armado y el inicio de su vida como grupo político, representa el fin del Centro Democrático como movimiento político, por eso se aferran al conflicto y esperan que el pabellón de heridos en combate del Hospital Militar, recupere pronto su clientela.