Durante la campaña que
llevó a Iván Duque a la presidencia, observamos que el equipo de comunicaciones
del entonces candidato construyó para él un discurso que, gracias a la juventud
del candidato, permitía compararlo con líderes mundialescontemporáneos como Emmanuel Macron o Justin Trudeau. Todo parece
indicar que nuestro presidente se parece a los otros dos en su rápido ascenso
en la política y en que son contemporáneos. No en mucho más.
Si el espíritu político Duque es en efecto el de la
renovación, tiene entonces ante sí una
oportunidad de oro para marcar un hito en la historia política
colombiana. De lo contrario será, como lo dijo el mismísimo Trump, un
presidente más de Colombia.
El asunto va mucho más allá de simplemente enunciar el
parecido y exige acciones concretas que permitan materializar la comparación.
Macron y Trudeau han defendido durante sus gobiernos una agenda liberal marcada
por la clara defensa de los derechos de las minorías, el respeto por las
libertades individuales y en el caso de Trudeau, un cambio en el enfoque a lamirada del problema de las drogas, que permitió la legalizacióndel consumo de marihuana con fines recreativos en Canadá.
Además, y en esto se parece a Macron, su actitud con el
fenómeno migratorio ha sido abierta y solidaria, como lo demostró en enero de
2017 cuando ledio la bienvenida a Canadá a los refugiados que quisieran asentarse en ese
país después de la decisión inhumana de Donald Trump que bloqueaba su llegada a
los Estados Unidos.
Por su parte, Macron, además de mostrar la cara de la
renovación en la política europea, presentándose como alternativa a los
partidos de la política tradicional, se ha enfrentado a la fuerza de la derecha
francesa en cabeza de Marine LePen, en un momento crítico para Francia en
materia de xenofobia y en el marco del fenómeno migratorio que preocupa a toda
Europa y en donde ha probado ser un líder amable y comprensivo. Con su discurso
en el acto de conmemoraciónde los 100 años del fin de la Primera Guerra Mundial, sin mencionarla,
confrontó la política aislacionista de Trump al hacer un llamado al
multilateralismo por encima del nacionalismo en lo que se puede interpretar
como una crítica para el muy mentado America First o el
también famoso y reencauchado make America great again de Reagan.
Macron y Trudeau, son líderes que actúan más allá de las
ambiciones temporales de la política cotidiana y ejecutan políticas públicas
que propenden hacia la construcción de una sociedad mejor, más tolerante y en
donde el factor humano en la toma de decisiones se torna fundamental.
Tristemente, las pistas que dejan los primeros meses de
Duque en la casa de Nariño, indican un estilo de liderazgo contrario al que
caracteriza a Macron y Trudeau. Así como Macron derrotó a los partidos
tradicionales, IvánDuque no deja de ser el designado dentro de un partido que si bien no
cuenta con muchos años de historia, sí representa la forma que históricamente
ha sido la más sucia para hacer política en Colombia.
Elreforzamiento del enfoque punitivo en cuanto al manejo del problema de lasdrogas es otro evidente ejemplo. Al lanzar su política para enfrentar el
problema con bombos y platillos en la Casa de Nariño, insistió en la necesidad
de tratar el asunto de manera integral, campo en el que ni siquiera se han oído
anuncios. Pero, además se constituye en una medida absurda si se tiene en
cuenta, como lo demuestra Ricardo Ávila en este editorial dePortafolio, que el asunto de la marihuana es en realidad una oportunidad
para diversificar las exportaciones.
Y como si fuera poco, el factor humano en la toma de
decisiones de gobierno tampoco parece importar demasiado. Su ministro de
hacienda, un personaje capaz de decir que el salario mínimo en uno de los
países más desiguales del mundo es “ridículamente alto”, diseñóuna reforma tributaria, que bautizada con el eufemismo de ley definanciamiento, pretende gravar con IVA los alimentos después de que
durante toda la campaña y aun cuando ocupaba su curul en el Senado dedicó todos
su esfuerzos a producir declaraciones, cuando no mentirosas, llenas de verdades
a medias en el sentido por ejemplo de lo elevados que resultan los impuestos en
Colombia.
Dicen que la lengua es el azote del culo. Y a Duque,
gracias a la memoria infinita de las redes sociales ya empiezan a pesarle esas
declaraciones, que se han constituido en uno de los factores para el desplome
de su imagen y aprobación en las encuestas.
Pero no es todo. El presidente Duque, publicitado en días
de campaña como el genio de la economía naranja, no ha sido capaz de ilustrar a
los ciudadanos sobre las particularidades de ese concepto y cómo es que se va a
convertir en uno de los principales motores de la economía. Estando en la
UNESCO, ni más ni menos, sentado al lado de su directora, atinóa decir algo así como que la economía naranja tiene siete pilares, como sieteenanos tenía el cuento de Blanca Nieves, o siete notas son las de la escala
musical.
La única aproximación que tiene el ciudadano común al
enredo naranja, son los frecuentes encuentros que elPresidente Duque sostiene con cuanto reguetonero hay. Movida que no solo no
resulta creíble, sino que además hace parecer que esos encuentros tuvieran como
propósito mantener en el imaginario popular la idea de que el presidente eterno
sigue gobernando.
En fin, los primeros tres meses de Duque develan un
Gobierno sin norte, víctima de su propia politiquería electoral y más aún, de
sus propias y repetidas mentiras, vociferadas desde una oposición visceral que
hoy le cobra su factura en el estado de ánimo de la opinión. Un gobierno
superficial como el que más y sobre todo un gobierno que sin con alguno se
quiere comparar, debería ser con el de Donald Trump.