miércoles, 19 de julio de 2017

Daniel Samper fue mi profesor

A uno puede no gustarle Daniel Samper. Pueden no gustarle sus columnas, sus intervenciones en las redes sociales, su trabajo como director de la revista Soho. Pueden parecerle de mal gusto. Y que a uno no le guste él, o no le guste su trabajo, o le parezca de mal gusto, no le da, bajo ninguna circunstancia, el derecho de decir mentiras ni de acusarlo de delitos terribles como lo hizo Álvaro Uribe Vélez la semana pasada.

Fui alumno de Samper en el bachillerato y sé que es un buen ser humano. Un profesor que se dedicó a promover el amor por los libros y las letras en sus alumnos adolescentes, con éxito. Un profesor que fue mucho más allá de ganarse el salario y como ningún otro, enseñó a querer leer. A Colombia le hacen falta profesores como él, para evitar el próximo rumor sobre la existencia de la Unión Soviética.

Una de las clases de Samper era sobre el ciudadano chino que armado con su cuerpo y nada más, se enfrentó a una columna de tanques en junio 1989 en la plaza de Tiananmen. Hablaba de la consecuencia en la vida del ser humano, de la necesidad de defender las ideas sin necesidad de violencia. Era una invitación a debatir con honestidad, haciéndole caso sin remedio a los huesos. El Centro Democrático opera como una máquina de producir información. Como una columna de tanques dispuesta a lo que sea para conseguir su objetivo. Y Samper, hoy, guardadas las obvias proporciones, está parado enfrente de esos tanques, dispuesto a detenerlos.

Es sorprendente que inclusive militantes de ese partido, que fueron también alumnos de Samper, estén replicando esa infamia contra su profesor. De hecho, y esto plantea un asunto mayor, hoy están más cerca de Popeye, el sicario, que de Daniel, el profesor que trató de que no tragaran entero, de que leyeran.



Lo que el senador y expresidente hizo con Samper no es extraño en su repertorio. Durante su gobierno estigmatizó periodistas y opositores, los persiguió con el aparato de inteligencia del Estado. Ahora como ex, continúa haciéndolo de una manera muy peligrosa para todo el que se atreva a denunciar sus abusos, los de sus hijos y otros personajes cercanos. Las víctimas de Uribe no son pocas y son víctimas de un comportamiento premeditado, que no consulta ni los más mínimos estándares de la ética. #PorElRespeto

jueves, 13 de julio de 2017

La ideología los degeneró

Escalofriante. No hay otra palabra para describir la candidatura en ciernes a la Presidencia de Alejandro Ordóñez, que hace unas semanas anunció el inicio de la recolección de las 461.283 firmas que le permitirán ser candidato independiente a la Presidencia de la República.

Es escalofriante por muchas razones: la primera, es que fácilmente el destituido ex procurador recogerá esas cuatrocientas y tantas mil firmas. La segunda, que sea gente joven la que lo acompaña, porque, me pregunto, ¿Qué clase de cambio, en un país que los necesita tanto, pueden promover unos jóvenes que siguen a alguien que quemó libros?, ¿Qué esperar de unos jóvenes que siguen a un candidato que persiguió ciudadanos haciendo uso de su poder y por razones religiosas?

En la foto que registra El Espectador aparece Ordóñez con sus símbolos ya característicos: calzonarias y llavero de oro y ahora, en intento por parecer joven, anda por ahí en mangas de camisa. Le falta el crucifijo, no se le ve.

Nadie ha votado por él nunca: llegó comprando votos a donde pudo llegar. Le untó la mano a todo cuanto funcionario le fue posible para empalagarse del poder del Ministerio Público y paradójicamente en este país en donde la justicia vive renga, ella llegó tarde para sancionarlo anulando su elección por irregular, por ofrecerle puestos a quienes lo elegirían. Clientelismo: favores por votos. Y eso también es escalofriante: que legalmente y con esa historia, pueda ser candidato.

Pero la razón por la que es más escalofriante es que estamos ante un candidato que muy seguramente se unirá a la otra campaña de la extrema derecha, sea cual sea. La que Uribe diga que sea, mejor dicho, y que declara sin vergüenza que asume ese compromiso por “mi familia, por sus familias, por la familia de Colombia”. Por supuesto, por familias como la de él, ya escasas y sin aceptar ninguna diferencia y sin darse cuenta de que las familias en Colombia, en su mayoría, ya no son como la de él.

No habría mucho más de qué sorprenderse en Colombia excepto porque la promotora del referendo discriminatorio e inhumano, en contra de la adopción de niños por parejas distintas a esas como la de Ordóñez, Viviane Morales, anunció también esta semana su precandidatura a la presidencia. Viéndolo bien, ella sería la fórmula perfecta en la candidatura de Ordóñez, porque al final, a los dos, la ideología los degeneró.