miércoles, 18 de enero de 2017

Medios mediocres

Como Internet permite que cada persona sea un medio y como las redes sociales son megáfonos de todo (y de nada), los usuarios de la red, y de las redes, tenemos cada vez más responsabilidad frente a lo que publicamos y lo que compartimos. Esa responsabilidad es mayor en la medida en que aumente la influencia.

Hace unos años, para existir siquiera, no digamos ya para alcanzar reputación, un medio de comunicación tenía que ser riguroso en cada nota publicada, tenía que contrastar fuentes, tenía que investigar. Tenía que hacer trabajo periodístico. Con inmensas desventajas, cierto: los costos de producción de estos medios eran (y son) muy altos, cosa que por supuesto lleva a que su propiedad se concentre. Es, cómo negarlo, un hecho positivo que la difusión de información sea haya democratizado con la existencia de Internet y las redes sociales.

Estamos expuestos a una avalancha de información que confunde. Como consumidores, toda esta oferta nos permite la posibilidad de elegir qué leemos, qué vemos, qué oímos. Y esa decisión libre, se ha convertido en una inmensa responsabilidad. Al replicar en las redes sociales una información, cualquiera que sea, el usuario, de no aclarar lo contrario, suscribe lo publicado. Ahí radica la responsabilidad de los lectores.

El mundo político de hoy estaría cantando otras notas si el periodismo hecho en y para Internet, hubiera tenido sentido de la responsabilidad y rigor periodístico. Y esa responsabilidad, recae con especial fuerza en los líderes políticos y sociales que sin criterio replican cualquier titular provocador.

miércoles, 11 de enero de 2017

Sociedad Narco-Toyota

Algunos colombianos poderosos reclaman la reducción del gasto público, sin mencionar cuánto le cuesta a los impuestos de todos, la existencia de sus estridentes caravanas de escoltas, que gracias a una política de paz con excelentes resultados, ya no necesitan. Para ellos, el hecho  de que Colombia transite hacia una oferta integral de seguridad para todos es una mala noticia. Un Estado en el que la gente se muere de vieja y no de balas, no está en las consideraciones de esos colombianos que ven en la existencia de los esquemas de seguridad proveídos por el Estado para ellos mismos, una política racional de seguridad.

Prueba de ello es que el año pasado terminó siendo uno de los menos violentos que registre nuestra memoria. El conflicto armado, que en lo que tiene que ver con las FARC es parte de nuestra historia, produjo, si alguna, un número muy reducido de víctimas. Una historia que ratifica lo anterior y que no ha sido apreciada en su verdadera dimensión, es la falta de nuevos ocupantes que registra el Hospital Militar Central de Bogotá por cuenta de los heridos y mutilados por el conflicto armado. Los medios de comunicación lo registraron de alguna manera al final del año pasado, pero… ¿No es esa la mejor noticia posible?




El reclamo en cuestión se refiere a que la Policía Nacional, cuyo deber es proteger funcionarios públicos solamente, retiró ocho hombres que prestaban sus servicios al esquema de seguridad del poderoso en cuestión. Sin embargo, el reclamo olvida mencionar que, aún así, en un país en donde la principal amenaza para el protegido ya no existe, éste aún conserva un esquema de protección por cuenta de...sí, de los impuestos de todos, que consta de algo así como 3 camionetas, carro blindado, moto de seguimiento y más de 15 hombres de la Unidad Nacional de Protección. 

¿No se darán cuenta estos señores de que su amenaza ahora baila y no dispara? Y yo, que no sé nada del tema, me imagino que los expertos en el asunto dirán que está fuera de lugar una baile ONU FARC. Pero aclaradas las cosas y asumidas las culpas... ¿No será esta una seña de que esos esquemas de seguridad están mandados a recoger? ¿O será que todavía vivimos en una sociedad Narco-Toyota?