Empezar
a ver a los que históricamente han sido actores irregulares del conflicto en la
cotidianidad del país, en los medios y otros espacios sociales, será una de las
consecuencias de la firma del Nuevo Acuerdo. Y eso en principio, es bueno, muy,
pero no sin unas consideraciones y no sin establecer algunas responsabilidades
que algunos sectores de la sociedad tendrán que asumir al interactuar con estos
individuos.
Está
muy bien porque en cualquier caso siempre
será mejor tener a Everth Bustamante o a Antonio Navarro o a Gustavo Petro, por
ahí, hablando, equivocándose, haciendo política, que echando bala, que
teniéndolos equivocándose en la ilegalidad lo que equivale a poner en riesgo la
vida de la gente.
Pero
es importante que la nueva realidad le plantee a los actores determinantes de
la sociedad su papel histórico. Desde que en el Teatro Colón se firmó el Nuevo
Acuerdo, los negociadores de las FARC y Timochenko han empezado a verse en
sitios y momentos que hace seis meses eran impensables: aparecen en la radio de
la mañana dando largas entrevistas y también en los espacios de opinión y
debate en la televisión por las noches. Y sí, llegamos a un acuerdo para
convivir con ellos, como conciudadanos de alguna manera civilizados. Pero desde
esta orilla no podemos olvidar de quién se trata. De aquí en adelante la ciudadanía tendrá que ser implacable con ellos y
hacerles todas las preguntas difíciles que pueda, es la obligación de la
sociedad civil incomodarlos, en democracia, con respeto, pero incomodarlos.
Todo el tiempo periodistas y medios tienen en
sus espacios y en sus entrevistas a presidentes, políticos, opositores y
congresistas. A todos los arrinconan, a todos los incomodan. Y eso es lo que se
espera de los medios. Pero al final de cuentas y mal que bien, esos
son los señores que han vivido en democracia, están en la legalidad. La misma
delicadeza se esperaría cuando se enfrentan a estos personajes que sí, son
desconocidos y hay muchas preguntas que los rodean pero, de nuevo, hay
preguntas de preguntas, cosas más importantes que otras.
Para
el oficio del periodismo no está bien que una periodista como María Jimena
Duzán ande preguntándoles a Timochenko y a Carlos Antonio Lozada si habían ido
a cine o si habían comprado su ropa en Arturo Calle. Tampoco es comprensible que llegue al extremo de insinuar una
coquetería con alguno de ellos dos cuando dijo que se veía muy buen mozo
en la foto de su libreta militar. El
deber de María Jimena en ese foro no es el de complacerlos, y si para dar esa
entrevista la condición es adularlos, pues mal hizo ella en aceptar la
condición.
El periodismo colombiano tiene la oportunidad histórica de ser
veedor de un proceso de paz y su implementación. Haciéndolo con juicio, será el
punto de quiebre para que la ciudadanía recupere algo de confianza en las
instituciones, para que después de un
proceso serio, con el respaldo de medio mundo y con la consecuencia lógica de
menos muertos, los colombianos del futuro digan siempre que sí y nunca jamás
que no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario